Hace un par de días, en la playa, bañada por el sol de Diciembre, en Málaga, leía a Murakami, en uno de sus relatos de "Sauce ciego, mujer dormida":
Fantástico! -exclamó Jumpei-. Esto es algo muy importante. El trabajo, de base, debe ser un acto de amor. No una boda de conveniencia.
-Un acto de amor- dijo Kirie admirada. Qué comparación tan preciosa!
Estoy de acuerdo con Kirie, me parece una comparación preciosa, pero me paro a pensar y me digo, cuántos matrimonios de conveniencia existen, y qué pocos actos de amor!
Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida trabajando, o eso quisiéramos a veces. Elegimos un trabajo, o nos elige... Elegimos una pareja, o nos elige...
Y de pronto, llegados a un punto importante de nuestra existencia, nos paramos, nos miramos y miramos a nuestro alrededor, a nuestro trabajo, a nuestro/a "compañero/a" de vida... y nos echamos las manos a la cabeza, o hacemos el amago de hacerlo... (¿un acto de amor? ¿mi vida es un acto de amor?).
Qué poca importancia damos a veces al momento de elegir, de decidir. Realmente creo que no valoramos bien la situación. Tomamos decisiones precipitadas, nos dejamos llevar... y yo pienso, qué usamos mal, la cabeza o el corazón?, o quizás ambos?
Quién realmente llega a realizar el trabajo que ama, con el que se siente realizado, que le hace vibrar cada día, que le hace sentir ese algo especial, como lo que nos puede hacer sentir esa persona especial... o casi...
Hay que luchar por ello, sí, merecerá la pena. Como un actor de amor, así debe ser...
Sí, lo comparto al cien por cien, así debe ser. Al fin y al cabo, en la vida nos movemos por amor, ¿por qué no aplicarlo también al ámbito laboral? Así todo iría mucho mejor.
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